SegĂşn expertas, los medios de comunicaciĂłn constituyen una vĂa para implantar los modelos y estereotipos de belleza irreales.
La humanidad vive en un sistema patriarcal en el que hay una serie de conductas y requisitos que deben cumplir las mujeres para poder formar parte de ese conglomerado, que a la vez es machista y las lleva a ajustarse a ciertos estereotipos para ser consideradas “bellas”.
Las medidas 90-60-90 en un paĂs como RepĂşblica Dominicana son más que un sueño. Las raĂces africanas le llevan a tener traseros y caderas prominentes, por lo que es difĂcil poder acercarse a esas expectativas.
La frustraciĂłn
Es normal ver a las mujeres preocuparse para cumplir con esos requisitos que las convierten en eso que no son, y es cuando se ven caras deformadas por un botox, sonrisas estáticas por una cirugĂa de la cara... En fin es como si ser vieja, tener arrugas y canas fuera “un pecado capital”. De tema hablan algunas expertas.
SegĂşn la OrganizaciĂłn Mundial de la Salud, la tasa de muerte en el mundo por anorexia y bulimia es del 8%. En el mundo del modelaje esta tasa asciende al 18-20%, lo cual es verdaderamente alarmante. Se estima que los trastornos alimenticios afectan a siete de cada mil mujeres en el mundo.
La sexĂłloga Sheila Báez y la sicĂłloga Jeannette Tineo coinciden en que para nadie es un secreto que el sistema en que vive la humanidad, premia la perfecciĂłn fĂsica. Aunque es consciente de que las personas no se asemejan, en su mayorĂa, al estereotipo requerido. Cada una es dueña de su cuerpo, pero ello no quiere decir que haya que inducirla a recurrir a cuantos mĂ©todos existan para sentirse bella.
¿Es saludable el culto a la delgadez?
Los cánones de belleza actuales están basados en el culto a la delgadez, a la juventud y a modelos impuestos por las poderosas empresas del cine, la moda y los medios de comunicaciĂłn. Esto ocasiona serios problemas a las mujeres, además de reafirmar que su poder y valor están Ăşnicamente en su aspecto fĂsico.
Sheila Báez, sexĂłloga con una maestrĂa en GĂ©nero y Desarrollo, explica que todo aquello que contribuye a destruir la integridad fĂsica y psĂquica de una persona se constituye en un acto de violencia.
“El cuerpo de las mujeres es un campo de batalla, objeto de un adoctrinamiento estĂ©tico que se constituye en una especie de tiranĂa en tanto nos obliga a extinguir nuestro derecho a vivir libremente”, enfatiza.
Báez afirma que estas imposiciones no son tan estrictas cuando se trata de los hombres. “No quiero decir con ello que muchos hombres no persigan tambiĂ©n un ideal de belleza masculina, pero estos niveles de exigencia son mucho más altos en las mujeres”.
Los modelos de belleza que impone la cultura capitalista y consumista condenan a la no aceptación y al rechazo de nuestros cuerpos. Casi nunca las mujeres se sienten bien tal y como son. Aunque la mujer siempre tiene una queja sobre alguna parte de su cuerpo que quisiéramos perfeccionar, pero ello no quiere decir que, a partir de la mirada masculina, se convierta en un objeto.
Una forma de esclavitud
Báez señala que cumplir con esos estereotipos es una forma de esclavitud, porque muchas mujeres se hacen esclavas del ideal de belleza de la cultura occidental, lo que lastra el proceso hacia la liberaciĂłn. Con tal de lucir siempre jĂłvenes y hermosas las mujeres hacen dieta, se depilan, pasan horas en el gimnasio, usan zapatos incĂłmodos, que deforman los pies, usan ropa apretada y fajas, cosmĂ©ticos, tintes y alisados para el pelo, se someten a procedimientos quirĂşrgicos y no quirĂşrgicos con fines estĂ©ticos, invierten muchĂsimo dinero en los salones de belleza arreglándose el pelo y las uñas.
La culpa
Jeannette Tineo, sicĂłloga clĂnica con maestrĂa en gĂ©nero y estudios culturales, explica que constituye violencia simbĂłlica, porque implica ajustar el cuerpo a la estĂ©tica de la cultura dominante. Esta operaciĂłn del poder se determina por la adaptaciĂłn a un canon preconcebido de lo considerado “bello” en contraposiciĂłn a lo “feo”, dicha lĂłgica delimita quĂ© cuerpos son “válidos”, “normales” o “aceptables”.
“El deseo, el buen vivir y el bienestar individual-colectivo se configuran desde un paradigma estĂ©tico patriarcal que, para devenir mujer, requiere ser ‘bella’ a toda costa. Dicho principio estĂ©tico implica la pureza que se asocia a lo blanco y al cuerpo ‘sexy’, ‘seductor’ o ‘atractivo’. Esta nociĂłn por lo regular involucra el rechazo, la negaciĂłn y culpa por el cuerpo propio”.
Dice que el capitalismo, mediante la lĂłgica del consumo, instaura esta nociĂłn a travĂ©s de la idea de un cuerpo de “megadiva” que implica despojar y operar su cuerpo para lucir “eternamente joven y seductora”, a modo de “máquina” o “cosa” que es en la medida que ajusta su deseo a la masculinidad hegemĂłnica.
Al referirse a todo lo que hace la mujer para “lucir” bien, Tineo afirma que esos elementos constituyen esclavitud porque implican que el cuerpo no se vive desde la nociĂłn de autonomĂa, independencia y placer propio, sino que requiere responder al deseo instaurado culturalmente.
“Este ‘malestar de la cultura’ se experimenta como un ‘látigo’, como una vara desde la cual se mide la ejecuciĂłn cotidiana de las mujeres. En este sentido, es una esclavitud, un ‘cautiverio del alma’ o de la psiquis que impone restricciĂłn al buen vivir, concluye Tineo. Considera que la mujer debe aprender a sentirse satisfecha con lo que es, con lo que hace, con sus proyectos, potencialidades y con su sensualidad.
Impacto causado
Por aspectos como el fĂsico o el peso llega a verse afectada la autoestima, la capacidad para relacionarse con las y los demás, pueden desarrollarse conductas adictivas debido a la preocupaciĂłn por el cuerpo y la imagen fĂsica, pueden producirse trastornos de la alimentaciĂłn.
Algunas mujeres llegan a deprimirse porque se perciben gordas o envejecidas y otras mueren a consecuencia de complicaciones de procedimientos estéticos agresivos, según afirma la sexoóloga Sheila Báez.
Por otro lado, la psicĂłloga Jeannette Tineo asegura que genera desgaste emocional, cansancio y culpa debido a un sentimiento de desprecio por las producciones propias, por el sentido del valor de sĂ, más allá del ideario socialmente instaurado.
En el ámbito colectivo, las identidades de las mujeres se elaboran en función de la negación, en situación de falta permanente, porque carece del poder del falo que instaura la moral patriarcal en los ámbitos públicos-privados. En este sentido, el sentimiento de inferioridad, la noción de estar incompleta, definen una existencia que se resuelve en la constante satisfacción del otro.
Báez recomienda que hay que replantearse las actitudes y valores en torno a la corporalidad, los deseos, las emociones y los afectos.
fuente:listindiario
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