Una de las cosas que más detesto cuando salgo con amistades en pareja
es que se pongan a discutir y a tratarse mal. Eso es terrible. Les huyo
como Drácula al ajo. Eso sucedía con un novio que tenía mi prima Lola.
El hombre era un Dr. Jekill/Mr. Hyde. Ella se pasaba contando lo amable y
amoroso que era pero cuando salíamos juntos se transformaba en un
cavernícola, en todos los sentidos. Sin mencionar lo de maceta. Parecía
que tenía un alacrán en la billetera.
Este hombre no paraba de
criticar a Lola. Era enfermizo. Le decía de todo. Que si el vestido no
le quedaba bien, que el color que había elegido no era el correcto, que
las tacas le lucían incómodas (como si fuera él quien las llevara),
etc.
Casi convulso el día que le dijo que no se sabía hacer la
línea del ojo… Hasta eso. Y ni hablar de cuando íbamos a restaurantes y
comenzaba a cuestionarle la ingesta de hidratos de carbono porque, según
él, la Lola estaba “llenita” y debía tener cuidado con lo que
consumía.
Y así, con todo. Cuando no, entonces le daba con
decirle que ella no sabía nada, si de temas de política o deportes se
hablaba. Es más, en una ocasión le puso la mano en la cara y le dijo que
no hablara más que ella ni idea tenía de lo que se estaba hablando.
Recuerdo la cara de Lola toda abochornada. En ese momento le pedí que me
acompañara al baño. Le dije de todo. La llené como una longaniza, como
dice mi santa madre, y prácticamente le di un ultimátum, o terminas con
este cretino o conmigo no sales más.
Cuento largo, corto… Siguió con el cretino, hasta que se la
hizo en una fiesta de la compañía. Para variar la humilló, y delante de
todos le sacó la mano y le dijo… “talk to my hand”. Ouchh! Pero nadie
escarmienta en cabeza ajena. Afortunadamente, lo mandó al Hades y ahora
está de los más japy con su nuevo amor, que la respeta y admira. Dos
cosillas a las que, por lo general, no le prestamos atención cuando de
tener una pareja se trata.
fuente:elnuevodia
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