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El cine dominicano avanza en números, no en calidad


Sin lugar a dudas, avanzamos en materia de cine. Avanzamos, pero, por supuesto, en números, pero no en calidad.
De todos modos, avanzamos porque, por lo menos, estamos saliendo del oscuro pozo de las comedias sin sentido, con historietas burdas a manera de guión, con algo que se presume es la dirección en ese conjunto dislocado, y con interpretaciones dignas de veladas de colegios pobres.
Avanzamos, sin gran calidad, pero surge la diversidad en las historias que se cuentan y, muy lentamente, casi de manera imperceptible, aparecen nuevas figuras en la interpretación.
Y ahora, luego del necesario exordio, veamos cuáles son esas películas mes por mes.
ENERO:
“Vamos de robo”, de Roberto Ángel Salcedo. No hay sorpresa, en el “niño orquesta” (porque lo hace prácticamente todo en sus “obras”, sigue igual: una historia endeble, actuaciones menos que aceptables y una puesta en escena anémica. Es el tipo de cine que esquivaríamos si, por obra de milagro, se estuviera exhibiendo en otra nación para no escuchar los comentarios a la salida.

“Duarte, traición y gloria”, de Leo Silverio. En una relampagueante conversación que tuviéramos con el productor de esta “película”, nos acusó de no estar a sus órdenes cuando se buscaba dinero para hacerla. Esa es la primera vez que se me acusa de no ser inversionista “patriota”. Nuestra recomendación para un futuro imprevisto: si no tiene dinero, no haga el filme, no es obligado salir entonces con semejante “producto” que casi parecía cine a ratos.
FEBRERO
“Locas y atrapadas”, de Alfonso Rodríguez. El “hombre del bate” quiso salir de la rutina y se sacó de la manga un relato con más agujeros argumentales que un colador y, precisamente en una historia en espacios cerrados que ameritaba histrionismo, las chicas y demás estuvieron por debajo de lo que sea. Debieron dejarlas encerradas en esa especie de ático que se inventaron.

MARZO
“De pez en cuando”, de Francisco Antonio Valdez. Al fin, un director se atreve a ofrecer una historia que no dependa de los chistes hablados, presenta situaciones, tiene una interesante producción, actuaciones que se pueden apreciar, usa el “McGuffin” con elegancia, mantiene el interés hasta el final combinando el suspense con la comedia. De lo mejor del 14, indudablemente. Esperamos más de Valdez.

“Lotomán 003”, de Archie López. El López es de los que, cuando hacen una cosa, la siguen haciendo sin cesar y sin importar lo que se diga. Y, si hubiera empezado con algo bueno… pero no, si la primera fue mediocre, esta otra es lo mismo con las mismas saltadera histriónica, los mismos comerciales intercalados, el mismo desperdicio de celuloide y los mismos “chistes” repetidos como si hubieran descubierto el Quijote.
ABRIL
“Al sur de la inocencia”, de Héctor Valdez. Por lo menos este otro Valdez osó salirse de la rutina y emprender una historia diferente. Una producción un tanto más cuidada, un relato un tanto forzado, actuaciones potables aunque no destacadas. Algo diferente con una espléndida fotografía y algunos detalles apreciables.

MAYO
“La extraña”, de César Rodríguez. No estaba mal la historia desde el punto de vista de la producción, de su empeño en mostrar nuestros atractivos, de usar con tino la fotografía, de sacar cierto provecho a los intérpretes. Pero la historia se empaña y deteriora al apoyarse en un detalle que la hace falsa: la “extraña” se explaya contando detalles de lo que le ha sucedido apoyándose en algo que nunca vivió, hay que verla para saber ahora ese detalle.

JUNIO
“El pelotudo”. De Raymond Hernández. En efecto, hay que ser muy pelotudo para tragarse un relato relleno de incongruencias: que para jugar pelota en este país hay que ser negro, que la gente veía a esta chica teñido de negro y no se percataba, que el mismo chico dizque pichaba y un sinfín de tonterías capaces de hacer bostezar a un insomne.

“Despertar”, de José María Cabral. Este chico es osado. Su película es tan diferente que sorprendió a todos, público y crítica. Y, si bien la historia anda lejos de ser perfecta, tiene algunos agujeros, de todos modos es un ejemplo de lo que se puede hacer saliéndose del tiesto. Es de lo más interesante que viéramos esta año 2014, y esperamos que Cabral no desista de hacer un cine diferente.
“Quiero ser fiel”, de Joe Menéndez. Una comedia romántica con pretensiones, pero con un cuento que falla por casi todos lados en su argumentación. Aun así, y contando con que en el cine internacional las hacen igual de burdas argumentalmente, el filme se está exhibiendo fuera. Y hasta puede que alguien diga que es buena.

JULIO
“El que mucho abarca”, de Ronni Castillo. Ronni es un buen profesional y quiso repetir el éxito de “¿Quién manda?”. Pero la historia que cuenta, aun siendo un tanto menos de pura fórmula que la anterior, no funciona tan bien, tiene arrugas, tropezones y no muy buenas interpretaciones. De todos modos, es también algo diferente, signo de que, como antes dijimos, avanzamos.

AGOSTO
“Un lío en dólares”, de Francis Disla. Comedia, sí, pero también aprovechando las situaciones, aunque la trama no es tan limpia como la de “De pez en cuando”, de todos modos funciona bastante bien y aprovecha mejor a los intérpretes, aunque no a todos. Pero, por lo menos, es comedia potable.

SEPTIEMBRE
“Código Paz”, de Pedro Urrutia. Muy buena producción, una historia con cierto interés, hasta político, y estupendos efectos especiales. Cine que se puede ver en cualquier parte sin llegar a alturas.

OCTUBRE
“Primero de enero”, de Erika Bagnarello. Historieta cursi, lenta y aburrida con interpretaciones, casi todas, muy flojas, la centroamericana embarró la pantalla hasta dormir al respetable.

“Yo soy la salsa”, de Manuel Villalona. Si bien no funciona como biografía por ser superficial, sí lo hace como homenaje al Maestro de la salsa, el gran Johnny Pacheco. Excelente edición.

NOVIEMBRE
“Dólares de arena”, de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas. De lo mejor del año, hermosa visión del miedo a la soledad bien llevada como cine, mejor interpretada.

“No hay más remedio”, de José Pintor. Pintor también quiso salirse de la rutina, pero su historia es a ratos empalagosa y otra quiere hacer reír de manera algo forzada. Pero no está en el fondo en calidad.

DICIEMBRE
“339. Amín Abel”, de Etzel Báez. Puesta en escena estática, actuaciones poco vistosas, falta de detalles para hacer saber al espectador quién era Amín y su importancia. Muy floja producción y dirección.

“María Montez”, de Vicente Peñarrocha. Biografía superficial y falsa de la diva, actuaciones muy flojas, dirección sin relieve, un film mediocre sobre una actriz floja interpretada por otra igual. Y eso es todo, a ver qué les parece.

Fuente: listindiario.com

By Edwardilustrado

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